La Juventud Comunista Colombiana habló con la Comisión de la Verdad, institución de la paz encargada en esclarecer los patrones y causas explicativas del conflicto. Construcción del “enemigo interno”, anticomunismo como política de Estado, estigmatización de la vida juvenil, combinación de todas las formas de lucha y solución política a la confrontación armada, fueron algunos de los temas abordados
Yessica Arandia
Es un hecho histórico para el país que la Juventud Comunista Colombiana hablara el pasado miércoles 15 de septiembre de 2021 con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, CEV, como parte del informe que el Partido Comunista Colombiano, PCC, y la JUCO presentaron ante el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición, SIVJRGNR, denominado Banderas Rojas en vuelo libertario.
La conversación entre una de las organizaciones juveniles más importantes en la historia política del país y la institución encargada de esclarecer los patrones y causas explicativas del conflicto armado, se convierte en pieza fundamental para el conjunto de la juventud colombiana, quienes durante años han tenido que resistir a uno de los regímenes más retardatarios del continente y que no han necesitado largas dictaduras para sobrevivir a desapariciones, torturas y asesinatos.
Lo anterior, sucede en un momento trascendental en el cual está en disputa la verdad sobre lo que dio origen al conflicto interno armado y sobre lo sucedido en el mismo. Como ha referenciado el profesor Víctor Moncayo en su libro La justicia del Acuerdo de Paz, un desafío sistémico (2021), los debates actuales donde se antepone la visión del Establecimiento sobre el conflicto buscan imponer una verdad basada en el enfrentamiento entre fuerzas oficiales y los grupos guerrilleros que desconoce la relación entre la confrontación y la realidad de desigualdad e injusticia que ha imperado en el país.
Es decir, una perspectiva de justicia enfocada a actores y a una verdad subjetiva que desliga la corresponsabilidad de los hechos históricos con la explicación sistemática, con la responsabilidad del Estado y de la organización capitalista que en lo internacional y lo nacional han influido en las decisiones y la historia del país.
Es así como, el reconocimiento de la resistencia popular y el derecho a la rebelión se convierten en puntos centrales cuando actores históricos de la izquierda como la JUCO y el PCC se relacionan con el conflicto interno armado. Por ello, es fundamental recopilar parte de lo hablado entre esta organización y la CEV.
La JUCO como víctima
En la conversación con la CEV, participaron cuatro de los secretarios generales históricos de la JUCO, en su orden en este cargo: Jaime Caycedo (1974-1980), Magnolia Agudelo (1992-1996), Nixon Padilla (1999-2002) y Jhonny Marín, actual secretario general de la organización.
El espacio realizado en las instalaciones de la Comisión de la Verdad, fue presidido por el comisionado Saúl Franco en dos momentos: un espacio de transmisión pública en vivo por las redes sociales de la Comisión, y otro espacio privado de mayor profundidad. Estuvo caracterizado por la contundencia histórica, la puntualidad de los hechos relatados y las emociones propias de una militancia atravesada por la pérdida de camaradas, los riesgos de ser comunista y el orgullo de haber militado en la JUCO.
Sobre la victimización, las preguntas buscaron conocer hechos que han situado a la JUCO como víctima del conflicto interno armado. Se pudo conocer en la primera intervención por parte de Jhonny Marín un primer relato de lo que ha vivido el conjunto de la militancia que implica, “el reflejo de lo que significa ser joven en un país donde la violencia estructural es y ha sido el carácter de la acumulación de la riqueza, donde la juventud ha sido tratada como un simple instrumento”.

Referenciando así hechos históricos como el asesinato a manos del ejército colombiano de Gonzalo Bravo Pérez en 1929, estudiante de la Universidad Nacional quien denunciaba la masacre de las bananeras: “la Liga Juvenil Comunista, se disuelve y es hasta el primero de mayo de 1954 en el marco de la dictadura de Rojas Pinilla, donde esta vez la JUCO tuvo que lamentar el asesinato de dirigentes estudiantiles como Uriel Gutiérrez y Elmo Gómez a manos del Ejército, abriéndose paso a lo más arraigado del movimiento juvenil en todo el país”.
Precisamente, Jaime Caycedo se refiere de manera histórica al gobierno de Rojas Pinilla, entendiéndose el papel de las y los estudiantes en la denuncia contra este régimen, donde la universidad pública fue un escenario de luchas y disputas sobre todo en 1958 cuando empezaba a expresarse el Frente Nacional como régimen aparentemente de reconciliación, pero donde la judicialización estuvo al orden del día.
“La Federación Universitaria Nacional de la que hice parte, jugó un papel muy importante en esa denuncia junto al padre Camilo Torres, quien nos acompañó en ese proceso, sobre judicializaciones a manos de la justicia penal militar como contra María Arango, quien fue reina de la Universidad Nacional y activista de la JUCO durante varios años, y las detenciones de Manuel Cepeda Vargas cuando fue secretario general de la organización”, concluyó Caycedo señalando que este contexto manifiesta de manera más clara la persecución política que la JUCO por su actuación en la vida de luchas legales abiertas tuvo que sufrir.
A lo anterior, se ha sumado con los años, un hecho de estigmatización constante contra la militancia misma. Contrastado lo anterior, con el hecho concreto expuesto por el PCC en el informe ante la JEP, sobre el anticomunismo como discurso que va imperar en la narrativa hegemónica que se impulsó desde las clases dominantes.

Estigmatización y usufructo de la verdad
Sobre el discurso anticomunista que se fue configurando en una sistemática estigmatización, Jhonny Marín dijo: “Muchas veces fuimos señalados de comunistas pensando que era algo malo; esto por sí mismo denota ya estigmatización. Es una forma arraigada socialmente porque está amarrada a las estructuras que la reproducen como las escuelas bajo los buenos y malos, pero lo que no sabemos es qué odios se exacerban, y con la exacerbación de los odios va la exacerbación de los miedos, y mucha gente termina cometiendo crímenes por cosas que ni siquiera entienden, eso es lo peligroso de la estigmatización”.
Quizá la estigmatización no solamente se ubica en un lugar de reproducción hegemónica de un discurso anticomunista, sino que, a propósito de la disputa por la verdad, se funde con uno de los temas más álgidos que hoy es objeto de gran debate e incuso de tergiversación: la combinación de todas las formas de lucha.
Precisamente la pregunta del comisionado sobre el hecho de que integrantes hayan pasado a grupos armados, enmarca la relación entre estigmatización y disputa de la verdad. Nixon Padilla al respecto afirmó con puntualidad: “Esta decisión de muchos jóvenes tiene que ver con el cierre de los espacios políticos, podemos ver en la historia del conflicto que hay momentos específicos donde ha sucedido lo anterior, en esos escenarios se debate entre dejarse matar, exiliarse o asumir un escenario de lucha distinto.
“En ese marco, muchas personas integrantes de la JUCO decidieron no dejarse matar, decidieron no exiliarse y decidieron asumir la lucha guerrillera. Para nosotros estas decisiones eran legítimas, pues no había espacios para la continuidad de la lucha revolucionaria. En mi caso, me vine de Barranquilla porque aparecía en una orden de batalla como comandante de la red urbana José Antequera, no sabía armar un alfiler, pero ya era comandante de una organización guerrillera. Yo tuve la posibilidad del traslado para salvar mi vida, lo cual no sucedió con todos”.
Por otro lado, Nixon ubica el debate ideológico, donde recuerda la postura del Partido Comunista en la cual las acciones políticas se ubican en la planeación y la organización social, por lo cual se optó por continuar en la lucha legal abierta.

Sobre la mención del comisionado del Congreso del PCC de Viotá de 1968, de manera contundente, Jaime Caycedo explicó: “El tema es un tema muy recurrente, que se ha usado para tratar de culpabilizar y judicializar las opciones de la resistencia social. Sin embargo, esto ha tenido momentos diferentes en la historia: una cosa es la idea que trata el 10 Congreso en un momento en que está empezando el Frente Nacional, cuando las masas agrarias del sur occidente del Tolima y del Caquetá comienzan a sufrir la “Operación Soberanía”, que fue un fenómeno desproporcionado bajo la idea de recuperar la soberanía del Estado en regiones que eran refugio de campesinos que habían huido de la violencia para organizarse en colonias agrarias y que tuvo respuesta popular, un momento que conceptualiza el Partido como una forma generalizada de la resistencia popular que se cualifica en la lucha por la vida misma.
“Ya en el año 1980, se analiza otra visión, la solución política de la situación de la lucha armada en el país. En los últimos 40 años esa ha sido la esencia de la acción política del Partido y la JUCO, algo de lo cual se avanzó en el Acuerdo de Paz, y seguimos luchando porque eso se vuelva una realidad plena”.
Coincidiendo con Moncayo (2021), para quien el discurso que se ha implementado en la ejecución de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, desconfigurada en las modificaciones bajo el actual gobierno, atenta contra el reconocimiento de la resistencia popular en Colombia estigmatizando y satanizando la rebelión y la subversión, quitándole el carácter social, político y de respuesta a las desigualdades que son inherentes a la sociedad capitalista y particular de Colombia.
Jaime Caycedo concluyó sobre la combinación de las formas de lucha que: “No puede ser juzgado como hecho delictivo, sino como parte de una resistencia social, como un fenómeno en la particularidad de la realidad social de nuestro país”.
Ser mujer y comunista en el marco de la violencia
Un reconocimiento que se realiza en muchos campos, sobre la historia de los partidos comunistas, el socialismo y el materialismo histórico propio de organizaciones marxistas como la JUCO, tiene que ver con el papel de las mujeres en las luchas de los pueblos y en las agendas propias de los proyectos revolucionarios en el mundo. Sin embargo, ser mujer y comunista no ha sido una fórmula fácil, menos en un país como Colombia.
Sobre la necesidad de conocer una diferenciación de género en la victimización de la JUCO, la respuesta de Magnolia Agudelo fue clara, llena de hechos lamentables que evidenciaron la forma diferenciada en que las mujeres de la JUCO han sido violentadas: “Detención arbitraria, expulsión de universidades, desplazamiento, criminalización, prácticas sistemáticas y sostenidas en el tiempo, que podemos enmarcar en una acción diferenciada contra el ser mujer, contra nuestros cuerpos y nuestras vidas, que se reflejaba a manera de castigo por atrevernos a participar en política.

“Una degradación política y moral por asumir una postura crítica, violencia política, violencia sexual, acoso y maltrato físico y verbal, acoso con palabras como callejeras, prostitutas, guerrilleras, ‘quien las manda a meterse en política’, son agresiones constantes que las mujeres comunistas hemos vivido a lo largo de nuestra vida militante”.
La intervención contó hechos puntuales como la detención de jóvenes mujeres militantes en 1985 en el paro cívico, en la Universidad en Antioquia, que fueron violadas en la Cuarta Brigada del Ejército en Medellín, el asesinato de Marilin de la Hoz, desplazada y estudiante de la Universidad de Córdoba, estando embarazada; el asesinato de Norma Patricia Galeano quien fue integrante del Comité Central y estudiante de la Universidad del Tolima.
La desaparición forzada de Olga Bernal de la JUCO del Valle; y la recordada masacre en la oficina de la JUCO en Medellín donde, “los asesinos entran preguntando dónde están esas dirigentas pues la mayoría de la dirección de la JUCO éramos mujeres, recordando el caso de una compañera en el Cauca quien fue violada por ser lesbiana y comunista, remarcando eso en su tortura”.
Magnolia, recogiendo el sentir de las mujeres de la JUCO concluyó: “Como comunistas continuamos posicionando el derecho a serlo, a pensar distinto, sin que esto nos cueste la vida, a tener una vida libre de violencias en contra de las mujeres y contra la juventud, tenemos en el centro la lucha por los derechos de las mujeres y de las personas LGBTI”.
Aporte a la construcción de paz
Uno de los temas más importantes es la contribución de la JUCO en la exigencia de paz para Colombia y la solución política y negociada al conflicto. Al respecto, es importante resaltar que la búsqueda de la paz para la JUCO contribuye a generar rupturas en la forma política del país.
“Las y los comunistas entendemos por práctica y experiencia que transformar el mundo implica que debemos ampliar las manos con las que se transforme la realidad. Hemos pasado en medio de la tesis de la solución política, por ser señalados de ‘rosaditos’ por un lado y de guerrilleros por otro; y en medio de esa tensión hemos planteado distintas iniciativas que permitan posicionar la idea, realizando diferentes festivales nacionales de la juventud donde el elemento de la paz ha sido importante”, afirmó Marín.
Se hizo mención de los festivales que se han construido con jóvenes de todos los sectores, escenarios como la Asamblea Nacional de Jóvenes por la Paz, la realización de foros de estudiantes frente al conflicto armado y toda una serie de actividades bajo la consigna de la objeción al servicio militar obligatorio. En los últimos años, se resalta la realización de las brigadas internacionales juveniles por la paz, que llevan tres versiones realizadas en el país.
En este diálogo extenso y variado, el aporte a la verdad por parte de la JUCO aporta discusiones que se deben profundizar ante la necesidad de buscar la verdad desde abajo, desde la resistencia popular, hoy que la estigmatización contra los procesos alternativos sociales se agudiza. Como relató Magnolia Agudelo en dos momentos, la JUCO es una “escuela de formación política permanente y eso nos ha permitido educar de manera integral a centenares de mujeres y jóvenes en los campos y ciudades”.
Recogiendo el sentir de sus camaradas, con emotividad profunda afirmó, refiriéndose también a lo que cuesta ser parte de la organización, que “si volviera a nacer, volvería ser una joven comunista”.