Un patriarcado edulcorado

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Ana Elsa Rojas Rey

Hoy las redes sociales están atiborradas de noticias sobre lo que ocurre en Afganistán, donde la preocupación mediática es el futuro que les espera a las mujeres de ahora en adelante frente al nuevo gobierno del movimiento talibán, quienes han regresado al poder en el país de Oriente Medio.

Los movimientos Al Qaeda y Talibán tuvieron el irrestricto apoyo de Estados Unidos, tanto financiero como en armamento, para contraponerlo a la presencia de la antigua Unión Soviética, quienes dieron el respaldo a un gobierno de concepción marxista a través de un acuerdo entre gobiernos. En representación de Afganistán participaron los líderes Amín y Taraki; Brézhnev por la Unión Soviética con el fin de afianzar la amistad, buena vecindad y cooperación.

El acuerdo se deterioró por el papel que jugaron los Estados Unidos y los gobiernos de derecha euro-asiáticos, que estaban trabajado para profundizar la crisis entre las dos naciones y así apoderase de una de las regiones más importantes como es Afganistán.

La presencia estadounidense en el mundo afgano trajo como consecuencia el retroceso de todo lo que habían logrado avanzar las mujeres en el aspecto social, en la educación, el liderazgo y lo más importante, que habían entrado al mundo de la ciencia y de la política, con una lectura de nuevos imaginarios en la ética y la estética. Habían aprendido a moverse en un universo cultural en el que la religión no fue un obstáculo, reivindicando costumbres transformadoras como los ritos, correlatos e intercambios entre las distintas etnias que coexisten en Afganistán, donde hay alrededor de 50 pueblos originarios.

A pesar de estas diferencias interculturales, se logró internalizar la indiscutible presencia de las mujeres en el escenario político, transversalizando una vida equivalente para oponerla a la cultura patriarcal tan enraizada milenariamente en la sociedad afgana.

La política guerrerista de los Estados Unidos deja a la suerte a sus propios cómplices, después de una ocupación de 20 años. El gobierno de los últimos años en cabeza de Ashraf Ghani, quien también huyó, junto con las tropas invasoras, de los gringos y la OTAN, quedando en el peor desprestigio, siendo los patrocinadores de un patriarcalismo edulcorado, donde nadie les cree, que están preocupados por la situación de las mujeres, pues su doble moral quedó al desnudo. Para tapar su vergüenza, están pidiendo a algunos a países, que alberguen a quienes fueron sus secuaces durante la invasión; la caja de resonancia en Colombia no se hizo esperar; el presidente Iván Duque salió a decir que albergaba al menos 4.000 afganos para pagarle al imperio la descortesía por haberle hecho la campaña al señor Trump, otro perdedor en la contienda geopolítica.

La atención la están centrando en la terrible situación de las mujeres, como efectivamente ha sido, después del apoyo al antiguo amigo Bin Laden y posteriormente asesinado por el propio ejército de los Estados Unidos. Hoy están pensando en traer un grupo de afganos, que seguramente no serán refugiados, sino equipos de expertos para utilizarlos en sus planes estratégicos y extender la guerra a países vecinos, como están acostumbrados a hacerlo. Mientras tanto, la solidaridad con las mujeres afganas que luchan por su emancipación es un deber, pues se enfrenta a un patriarcado edulcorado que agencia la peor faceta de la misoginia y la guerra.

La lucha de las mujeres afganas por su liberación, es la misma de todas las mujeres del mundo.