Un trágico abril

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José Alcides Bayona. Foto archivo familiar.

Dairo Bayona Ramírez

Era una mañana del 3 de abril del año 2001, cuando José Alcides de aproximadamente 30 años, el mayor de seis hermanos, hijo de padres campesinos y que en años anteriores habían sido víctimas de desplazamiento forzado, se desplazaba desde Bucaramanga ciudad donde residía junto a su hogar, hasta una parcela ubicada en el corregimiento de San José de Oriente, cuya jurisdicción pertenece al municipio de La Paz, Cesar, donde vivían sus padres y cuatro de sus hermanos. En dicha vereda no había señal de teléfono, pero en el corregimiento había un lugar donde se realizaban y se recibían llamadas, ahí llamó a su esposa con gran desespero, logrando con un vecino enviar la trágica noticia. Eran como las siete de la mañana cuando este vecino me llamó y con mucho cuidado para que más nadie se diera cuenta de la mala noticia.

Me dio la noticia más trágica que he recibido en mi vida, era mi hermano mayor, había sido secuestrado por los paramilitares, busqué la forma menos trágica para informar lo sucedido, pensando que si era solo un secuestro había esperanza de tenerlo sano y salvo y de regreso, queríamos una pronta salida de ese doloroso momento, no queríamos llorar su muerte.

Ante la esperanza de tenerlo con vida, viajamos hasta su casa en Bucaramanga, en medio del desespero su esposa recibía amigos y familiares, eran múltiples los comentarios que nos mantenían las esperanzas vivas, alguien dijo que lo había visto maniatado en medio de un grupo paramilitar en un pueblo del Sur del Bolívar, buscábamos respuestas por todas partes, no encontrábamos nada que aliviara la pena, decíamos que si pedían dinero había que buscarlo de alguna manera, lo importante era tenerlo en nuestros brazos.

Luego de tres largos días fuimos informados que había sido asesinado y su cuerpo arrojado a un río; el responsable del crimen habría sido el temible paramilitar Juancho Prada, jefe del frente Héctor Julio Peinado Becerra. Jamás conocimos ninguna versión por parte del victimario, este se encuentra libre mientras mi familia y yo desconocemos los hechos.

Hoy se cumplen 19 años del desaparecimiento de mi hermano mayor, sus dos hijos Jhon Fabián y Wendy Dayana, su esposa, mis padres, mis hermanos y yo no hemos podido darle una cristiana sepultura. Para el Estado es una cifra o estadística más, para nosotros es un ser querido que jamás olvidaremos.