Bernie Sanders es, de lejos, el más popular entre los jóvenes. En las campañas anteriores, tuvo más votantes menores de 30 años que Hillary Clinton y Donald Trump juntos
Alberto Acevedo
Los llamados caucus (asambleas) electorales en Estados Unidos, lo más parecido a una elección directa, primero en Iowa y, la semana pasada en las primarias del Estado de New Hampshire, están causando una tormenta al interior de las filas del Partido Demócrata, que aspira, al menos de manera formal, a escoger un candidato presidencial para los comicios de noviembre próximo, que derrote al actual mandatario, Donald Trump.
El primer anuncio de tempestad fue en los caucus de Iowa, que históricamente han sido el termómetro que mide la temperatura de las presidenciales. Algunos sostienen que quien gane en Iowa ocupará el despacho oval de la Casa Blanca. La cuestión es que los demócratas habían fincado sus esperanzas en que el candidato de las preferencias de la cúpula del partido, el vicepresidente Joe Biden, arrasaría.
La sorpresa para el establecimiento demócrata fue el triunfo del candidato independiente Bernie Sanders. Pero no tan sorpresa. Sanders, en las elecciones anteriores, estuvo muy cerca de ocupar el primer lugar de las preferencias. Ahora simplemente ha consolidado esa tendencia.
Popular entre los jóvenes
Sanders ha demostrado ser capaz de conformar una coalición diversa, no solo en términos de clase, sino de género, de etnia, de raza. En este sentido no es más que una afirmación macartista el cuento, ya no tan cierto, que los norteamericanos le tienen terror a cualquier cosa que se llame socialismo. Sanders no oculta sus tendencias socialistas. Y sin embargo se abre paso entre el electorado.
Bernie Sanders es, de lejos, el más popular entre los jóvenes. En las campañas anteriores, tuvo más votantes menores de 30 años que Hillary Clinton y Donald Trump juntos. Entre sus reivindicaciones programáticas, propone un sistema de salud gratuito y universal y una educación gratuita para todos los ciudadanos. Dos cuestiones que llegan al alma de los norteamericanos. Y es precisamente esto lo que más aterra, ya no a los republicanos sino a los demócratas, al menos en las cúpulas partidarias.
El gran problema de Sanders es que no podrá jamás, con ese ideario, ser el candidato del uno por ciento, es decir, de los grandes consorcios económicos y mediáticas que dominan la política del vecino del norte. Eso explica por qué, al término del caucus de Iowa, cuando a boca de urna se conocían los resultados, “se cayó el sistema”, se suspendió el conteo, y la prensa comenzó a hablar de que surgía un nuevo fenómeno político en América, el joven candidato Pete Buttigieg.
Desplome de Biden
Cuando a ciertos poderes el candidato ganador en unas elecciones no es el de sus preferencias, generalmente se “cae el sistema”, alguna falla técnica aparece, se suspende el conteo, y unas horas después se modifican los resultados. Gajes de la democracia.
Los líderes demócratas estaban al borde del pánico. Porque el verdadero problema no era el triunfo de Sanders, más o menos previsible. El problema es que el candidato del establecimiento partidario, el vicepresidente Biden, que todos daban como ganador, se desplomó y quedó relegado a un cuarto lugar, por debajo de Sanders, de Buttigieg y de la candidata Elizabeth Warren.
Ahora la estrategia demócrata se dirige, mediante una bien financiada campaña mediática, a levantar el nombre de Pete Buttigieg, al que presentan como joven, carismático, exmilitar, cosmopolita, políglota y homosexual, es decir, como un candidato “aceptable”. Un plan B consistiría en levantar la candidatura del exalcalde de Nueva York, Micheal Bloomberg, un multimillonario que tiene todo el dinero del mundo, pero que en los caucus obtuvo cero votos.
En estas condiciones, parecería que los cacaos del Partido Demócrata no quisieran ganar las elecciones o, en el fondo, prefirieran perder, antes que sacar adelante la candidatura de tendencia socialista de Sanders. Entren tanto, en muchas asambleas de electores, se escuchan consignas como: “Bernie, por favor, sálvanos de Trump”, o “lo que sea, menos Trump”.