Una de las grandes guerrilleras anónimas

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Ana Elsa Rojas Rey

Una joven exconcejala de la Unión Patriótica cuenta cómo tuvo que sufrir la guerra sucia cuando vivía en el departamento del Cauca, siendo muy joven. Hoy es una guerrillera, que se presta a la construcción de una nueva organización política. Ella es Mireya Andrade, quien junto con otros compañeros, acompañó el proceso de Monitoreo y Verificación del mecanismo para el cese al fuego bilateral y definitivo de terminación del conflicto armado con Naciones Unidas, en el departamento del Cauca.

–¿Por qué ingresaste a las FARC, si las mujeres somos amantes de la paz y no de la guerra?

–Sí, así es, pero las circunstancias no siempre corresponden a los deseos, yo era una adolecente, vivía en un municipio del norte del Cauca llamado Miranda, ilusionada en que la paz no es un estado de quietud, sino de hechos en los cuales las desigualdades no tengan esos desfases que allí se veían, como ocurre en todo el país. Guiada por el deseo de paz ingresé a la Juventud Comunista, luego ingresé a la Unión Patriótica, que por esa época era una organización que encantaba a hombres y mujeres jóvenes y viejos, de hecho, yo salí elegida como concejala suplente de Miranda.

De esa experiencia comenzaron las amenazas y los asesinatos de muchos de mis compañeros y compañeras, razón por la cual tuve que ingresar a la guerrilla, no podía decir que me iba para otro lugar del departamento o del país ya que la guerra contra la UP era a nivel nacional, tampoco pensé salir del país porque la lucha política no era la única opción en ese momento, sino que había otras formas de contribuir a los cambios en los que consideré que las FARC-EP eran un movimiento armado, en el que desde esa orilla se podían hacer efectivos los cambios como hoy lo estamos viendo con los acuerdos de La Habana.

–¿No sientes temor de que vuelva a ocurrir lo que pasó con la UP?

–Bueno ese es el riesgo que se corre en cualquier proceso donde la burguesía no está dispuesta a ceder nada de lo que le ha quitado al pueblo a las malas, pero precisamente esa experiencia nos dejó muchas enseñanzas y hoy no sería tan fácil volver a repetir ese episodio tan doloroso, porque hay unos países garantes, hay un sector del pueblo dispuesto a no dejarse arrebatar la paz.

–¿Recuerdas a compañeras o compañeros que hayan desaparecido?

–Javier Castillo, diputado electo, no se alcanzó a posesionar porque lo desaparecieron en agosto de 1988, por esa época era mi novio, por consiguiente, las amenazas a mi familia, eran espantosas, por lo que tuvieron que salir del pueblo y yo ingresar a las FARC-EP.

–¿Cómo estaba compuesta tu familia?

–Mi familia estaba compuesta por mi madre, mi papá, y siete hermanos, mi madre era cabeza de familia pues mi papá la abandonó, quedando solita para criarnos. Era militante del Partido Comunista, trabajaba y propició las condiciones para que nosotros pudiéramos estudiar.

Yo en el pueblo me dedicaba al estudio, a mi militancia política y ayudarle a mi madre a cuidar a mis hermanos menores.

–¿Cómo llegas a ser concejala del municipio de Miranda, Cauca?

–Estuve siempre vinculada al comité estudiantil de mi colegio y a las actividades de la JUCO, esto me hizo ser una persona muy conocida, además era muy joven, la población me quería y me reconocía por mis posturas críticas frente a la injusticias que se vivían en el pueblo, lo que me mereció ser  concejala suplente en 1988.

–¿Cómo se expresó la violencia en tu municipio contra la UP?

–No solamente era la persecución a la UP sino a los líderes y lideresas sociales del municipio, incluso a integrantes de otros partidos que simpatizaban con nuestra ideas, sobre todo en Caloto, Corinto, Santander de Quilichao, en El Tambo, Popayán, Bordo, Balboa, Argelia, era una verdadera locura, sobre todo en el norte del Cauca donde la violencia fue más fuerte, pues allí es donde la concentración de la tierra es mayor al resto del departamento, allí no respetaban credo político, religión, una de las víctimas fue el padre Álvaro UlcuéChocué, un sacerdote indígena, que no estaba de acuerdo con el accionar de los terratenientes de esa región.

–¿Por qué insistes en ser concejala de un movimiento, donde el peligro era latente?

–Es que el surgimiento de la UP era el resultado de las conversaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC, con el propósito de aclimatar la paz sobre bases estructurales, se planteaba una reforma rural integral, donde se desmontaran las causas por las cuales había nacido el movimiento guerrillero, pero además, el gobierno prometió aclimatar las bases para transitar a una democracia más avanzada, ya que el gobierno anterior de Turbay Ayala durante su periodo mantuvo el país en estado de sitio, de manera que no se pensó que a este partido lo fueran a exterminar con la complicidad del gobierno y los que vinieron después. Pero nos equivocamos, porque la situación de guerra se agudizó, recuerdo que en el pueblo asesinaron a una líderesa indígena, María Yatacué, al concejal de Corinto, Leoncio Ayala, a  mi padrino Rodolfo Lemus, Darío Velazco, Harvey Grajales, todos de la UP, Joaquín Pérez, diputado de la UP tuvo que exiliarse, hoy se encuentra en Suecia, luego de salir de la cárcel.

La desbandada del vecindario, tanto rural como urbana fue muy grande porque los panfletos que regaban en el municipio hicieron que muchas familias se desplazaran forzosamente. También hubo un grupo que se llamó el Ricardo Franco, que se llevó muchos chicos engañados para posteriormente asesinarlos,  en el corregimiento de Tacueyó en Toribío. Las condiciones de terror que se vivían eran indescriptibles, fui concejala para contribuir a cambiar el estado de ignominia, pero el terrorismo de estado no lo permitió. Esa situación nos obligó a muchos jóvenes a ingresar a la guerrilla.

–¿Cómo fue tu ingreso a la guerrilla? ¿Lo meditaste mucho o fue una decisión apresurada?

–Bueno, apresurada sí, porque donde nos demoremos más en el pueblo, corríamos el riesgo que nos asesinaran. Llegué al campamento, me pusieron de profesora, pero en esos días el comandante tuvo que salir al Secretariado y me dieron la responsabilidad de manejar el radio de comunicaciones, responsabilidad de mucho cuidado, ese fue uno de mis tantos retos.

–¿Cuándo te pusiste el uniforme, y empezaste a cargar tu casa a la espalda, cuál era la reflexión, en solitario?

–Al principio fue un poco difícil despegarme de mi entorno, las largas caminatas eran muy duras, pero con la colaboración de los y las compañeras antiguas rápidamente se aprendió a vivir la nueva vida de fariana.

–¿Por qué no negociaron, cuando abrieron conversaciones en el Caguán?

–Los diálogos del Caguán fueron muy importantes, y otros que se abrieron en Tlaxcala y en Venezuela, pero el gobierno, lo que pretendía era la rendición de las Farc, por eso nunca se llegó a ningún acuerdo, más sin embargo fueron experiencias que acumulamos y sirvieron de legado para las negociaciones en La Habana y llegar al punto en que estamos hoy, y muchos de esos documentos fueron la base para la negociación.

–¿Por qué no llegaste al Secretariado de las FARC?

–Bueno en las FARC, los hombres y mujeres tienen los mismos deberes y derechos, pero la pregunta casi que sobra, porque estamos inmersos en una sociedad machista y patriarcal, pero como parte de entrar a un nuevo escenario social, en la Décima Conferencia realizada, en el mes de septiembre del 2016, entramos el 40% de mujeres a la dirección de las FARC, esto como una reflexión, de parte y parte.

–¿Fue muy difícil en La Habana hablar sobre el tema de género?

–Bastante, sobre todo al comienzo, porque algunos representantes del Gobierno se empecinaban en decir que ese no era tema de paz. Claro que antes ya se habían comenzado a dar los debates al interior de nuestra organización y en La Habana hubo consenso interno frente a este tema. Luego, en el curso de los debates se incluyó en la agenda.

–¿A qué te vas a dedicar ahora?

–Mientras estábamos en la tarea del monitoreo, la mayoría nos pusimos a estudiar, yo curso primer año de derecho en la Universidad del Cauca, mis compromisos políticos me obligan a desplazarme para Bogotá, pero allá pienso seguir mis estudios universitarios, porque la lucha ahora es de ideas, para ganarle la batalla ideológica a esta clase dominante, y nuestro gran deseo es poder confluir en un gran movimiento de mujeres, que hagan posible la defensa de una nueva  sociedad donde el patriarcado, que ya está en crisis, desaparezca definitivamente.