Una mirada femenina sobre el estallido social en Cali

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Las comunidades negras en Cali, Valle del Cauca, han sido protagonistas en el estallido social. Foto Anllel Ramírez

María Libertad

Se rebeló el mar del pueblo,

Se salió de su caudal y el cielo

y la tierra espanta

Cuando olas bravas levantan su fuerza descomunal.

1848 Sandor Petöfi

El propósito del análisis del “estallido social” en Colombia, pero especialmente en Cali en la mitad de 2021, es develar lo develado, puntualizar el meollo de cómo el neoliberalismo afecta la vida cotidiana de las gentes el proceso de rechazo sobre este se convirtió, como una bola de nieve, en un caudal potente que inundó todo el país y sacó a flote, todas las carencias que hacen de la vida un tormento, contrapuesto al buen vivir que desde épocas incaicas han buscado nuestros pueblos americanos.

No se trata de estudiar “un suceso”, se trata de ver la continuidad de un proceso, de encontrar este empalme de las luchas represadas y que explotaron en este “estallido social”.

Las condiciones económicas están plenamente estudiadas y evidenciadas. La gota que reboso el vaso, la reforma tributaria de Duque y sus propuestas de leyes que atentan directamente a la vida de las gentes, ponen en manos privadas la prestación de los servicios de salud, lo que significa que solo quien tiene dinero y solvencia económica, pueden pagarlos.

La convocatoria al paro nacional del 28 de abril, desató un estallido social nacional sin precedentes, evidenciando el rechazo al unísono en todo el país, de la política de este gobierno, el cual tuvo y tiene formas de expresión inéditas en Cali.

Este rechazo se dio en las calles, de forma polifacética, en lo político y en lo cultural, y podemos decir que se dio una ruptura cultural en lo simbólico, y que se puede afirmar que estamos ante una fractura cultural del modus vivendi de los colombianos. Se escucha muy frecuentemente decir que: “Este país nunca volverá a ser el mismo de antes”.

La ciudad de Cali, epicentro del suroccidente colombiano ha sido el nicho, donde los “niches” y los indígenas asentaron sus expresiones culturales, ciudad que se convirtió en una caldera de riquezas ancestrales negras e indígenas, donde por tradición cultural, se combate a la muerte con la fiesta, con el baile y con el canto. Lo lúdico se convierte en una coraza que enfrenta las agresiones que son el pan diario, de los casi 60% de sus pobladores.

Esta fractura nos hace explícita su propia belleza, la majestuosidad de este hecho nos lo muestra, los centenares de evidencias de la creatividad popular, de ideas y conceptos nuevos, surge la resignificación de los símbolos, una nueva narrativa de los hechos se impone, antecediendo esto a una nueva y poderosa “expresión juvenil”, que ya no sumisa sino consciente, se siente capaz de imponer la paz, al grito ¡AJUA¡, de la guerra.

Las batallas campales realizadas en las calles de la ciudad, tuvieron y tienen una expresión juvenil que nos descubrió una muchachada, que de un momento a otro, cambió de piel y se convirtió en el adalid de la defensa de los derechos humanos, “expresión juvenil” cargada de una historia y una memoria hasta el momento no develada.

Surgió a flote el modus operandi delincuencial, de “la gente de bien”, los métodos, planificación y ejecución de los actos delictivos, las técnicas empleadas y las herramientas utilizadas para cometer el delito de agredir violentamente la protesta social. El aparato represivo del gobierno lució sus adiestramientos, propios de seres enfermos, preparados bajo el manto de la violencia, seres deformados, en vías de convertirse en asesinos.

La gente de bien, con sus camisas blancas, para ocultar sus corazones negros llenos de odio y de desprecio, dieron la cara, y los conocimos, aunque quedan algunos autores intelectuales de los desmanes, que aún no aparecen.

“Una distopía es un mundo en el cual el poder ejerce su dominio de manera destructiva sobre la sociedad. En un mundo distópico, el poder aparece sin máscaras, está desnudo y no disimula la brutalidad de sus intereses, sus métodos y sus objetivos. Es un escenario destituido de toda ética y respeto por quienes carecen de poder. Y este es ejercido de forma tiránica cobrándose la vida de quienes se oponen y de quienes se someten a los deseos insaciables y grotescos de quienes ejercen la posición dominante”.

Y Colombia clasifica como un país distópico. Dieron el dato, de que tienen 25 mil armas guardadas, camionetas y gentes dispuestas para acabar los puntos de resistencia y comenzaron a hacer rondas nocturnas de la muerte, disparando a la loca y asesinando en gentes en guardia de los puntos de resistencia, a transeúntes del lugar, a personas en las vigilias callejeras por sus muertos, en los momentos de confrontación con el Smart, allí desenfundaron sus armas, con la anuencia de la policía, para someter y ultrajar a mujeres y jóvenes desarmados. Su objetivo fundamental era crear de nuevo el miedo, retornar al estado de miedo que se había perdido, pues sintieron un gran miedo. ¡Sintieron terror de este pueblo que había perdido el miedo, pero no lo han logrado! A pesar de los 50 muertos confirmados en Cali y cerca de 70 en el departamento del Valle del Cauca.

Para las autodenominadas “gente de bien”, vivir una confrontación, fruto del conflicto social, en su propio territorio, en el caso de Cali, en el sector de Ciudad Jardín y en los barrios del oeste, causó el pánico que jamás sintieron, como lo han sentido los campesinos que han sido desplazados de sus territorios cuidando su vida, “su pellejo”, la de sus niños, sus ancianos, sus amigos, sus vecinos y sus mascotas, como se dice en jerga popular, hasta la del perro y el gato. Miedo si -como dice el poema que preside estas notas- Cuando las olas bravas, levantan su fuerza descomunal.