Nuestra apuesta “implica entender la paz como justicia social, democratización y desmilitarización de la sociedad, recuperación de la verdad, de la memoria, reparación de las víctimas” y el desmonte efectivo del paramilitarismo.
Giovanni A. Libreros
El Partido Comunista Colombiano nació como resultado de una fusión de variados componentes de la lucha popular y antiimperialista. Obreros, campesinos, indígenas e intelectuales revolucionarios confluyeron en aquel mitin del 17 de julio de 1930. Éste inauguró la ardua tarea por incorporar a los trabajadores a las batallas contra toda forma de explotación y opresión bajo el capitalismo. Desde entonces generaciones enteras entregaron sus vidas para combatir un régimen violento y militarista, el poder de clase y el imperio del capital. El anticomunismo se materializó en la práctica del terrorismo de Estado, la judicialización de la protesta social y la eliminación sistemática de la oposición política, en la que sobresale el exterminio a la Unión Patriótica.
La teoría y práctica del comunismo ha estado ligada a la identidad de clase y a la necesidad de una transformación profunda de la sociedad. Marx y Engels, en la Ideología Alemana, enseñaron que “el comunismo no es un estado que debe implantarse”, ni mucho menos “un ideal al que ha de sujetarse la realidad”. Concibieron el comunismo como “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual” y además explicaron que las condiciones de este movimiento parten de las necesidades y tareas de cada situación histórica.
Aplicado este principio al caso colombiano, el proceso de diálogo de La Habana y la posibilidad cercana de firmar un acuerdo de paz aparecen como la premisa del movimiento transformador para superar el estado de guerra y lograr las conquistas a favor del pueblo en perspectiva de una asamblea nacional constituyente.
El XXI Congreso Nacional de julio de 2012 trazó una política de unidad vinculada a la búsqueda de la solución política y orientó que ella “no es un asunto exclusivo de las fuerzas comprometidas directamente en la confrontación militar”, que “la verdadera llave de la paz se encuentra en la disposición de lucha del movimiento social y popular” y que la tarea del momento consiste en incrementar las fuerzas comprometidas con la paz. Para ello es fundamental “hacer comprender al conjunto de la sociedad que la paz no es la rendición, ni la victoria, dado el carácter histórico y la naturaleza social del conflicto”.
Nuestra apuesta “implica entender la paz como justicia social, democratización y desmilitarización de la sociedad, recuperación de la verdad, de la memoria, reparación de las víctimas” y el desmonte efectivo del paramilitarismo. Esta vía pasa por potenciar un amplio proceso de participación democrática con protagonismo popular para crear las condiciones de posibilidad de un nuevo poder.
La tarea consiste en buscar la unidad de acción política entre las fuerzas que integran el Frente Amplio y el movimiento constituyente por la paz. Su desafío es la verificación del cese unilateral declarado por las FARC-EP y la exigencia de coordinar las iniciativas de movilización nacional e internacional que presionen a Santos para que cumpla con el mandato de la paz. El gobierno debe proceder con el desescalamiento inmediato de las acciones militares ofensivas porque es una necesidad para concretar lo más pronto posible el cese bilateral de fuego y hostilidades, sin el cual no será posible alcanzar un acuerdo definitivo que ponga fin a la guerra.
Las elecciones del mes de octubre cumplen un papel importante. Las candidaturas alternativas tienen una gran responsabilidad ética y social: liderar en el debate una apuesta de unidad que sepa forjar alianzas y coaliciones políticas en torno a convergencias programáticas comprometidas con el respaldo a la solución política. No se trata de simples adhesiones y la obtención de avales para superar umbrales. Se trata de construir una correlación de fuerzas para la refrendación y exigencia de materialización de los acuerdos de paz, ambos factores dinamizadores del proceso constituyente.
La Unión Patriótica juega en esta perspectiva porque su legado contribuye al reagrupamiento de las fuerzas patrióticas, y en especial de una tradición de lucha que inició hace 85 años. La UP cuenta con una simpatía que atrae a nuevos sectores y convoca a la izquierda a apoyar las tareas urgentes que impone el relanzamiento del proceso de diálogo. En este contexto adquiere especial significado el acto público con Aída Avella y Clara López, donde se presentará la coalición política a la Alcaldía Mayor de Bogotá, este 17 de julio a las seis de la tarde en la Asociación Cristiana de Jóvenes.