“Mi único credo político siempre fue la libertad”

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Charlot”, el célebre personaje de Chaplin, en la película de 1921, The Kid.

Ricardo Arenales

El pasado 25 de diciembre, cuando el mundo cristiano celebraba la navidad, se cumplieron 40 años del fallecimiento, en su residencia de Suiza, donde permaneció los últimos 25 años de su vida, del célebre cineasta, actor y director, Charles Chaplin.

Dos momentos, igualmente brillantes, caracterizan la extensa obra cinematográfica de Chaplin. La primera fue la del cine mudo, en la que realizó obras memorables como El chico, Una mujer en París, El peregrino, La quimera del oro, entre otras. Y las que realizó en una segunda etapa, en la que se introdujo el sonido, donde filmó cintas como El circo, Luces de la ciudad, Tiempos modernos, El gran dictador y Candilejas. Obras que hoy se pueden catalogar como maestras, pero que también fueron éxitos de taquilla.

En ambas etapas, aunque no a lo largo de toda su producción, el autor británico creó a un personaje, ‘Charlot’, un vagabundo, que era una mezcla de mimo y de payaso de circo, que combinaba la acrobacia, la elocuencia facial y la expresividad, con las que a lo largo de su filmografía fue desarrollando cada vez una mayor preocupación por los problemas sociales de la época.

Traficante de la paz

‘Charlot’ estableció un puente con la gente sencilla, y antes que un payaso, utilizó el cuerpo en función de sus ideas. Un personaje capaz de interpretar estados de ánimo que contienen una poderosa preocupación por las vicisitudes, los sueños, los anhelos de miles de personas que acudían en masa a verlo en los cinemas de las grandes capitales del mundo.

Su película El gran dictador, es un discurso abiertamente antifascista, que denunció las crueldades de la guerra e hizo una apología de la paz, la tolerancia, la convivencia entre los hombres. En otras cintas mostró la contradicción entre la democracia burguesa y la realidad represiva de las castas dominantes.

Adelantaba en Estados Unidos, a través de una empresa de la que fue cofundador, United Artists Corp., la parte más fecunda de su filmografía, cuando el Comité de Actividades Antipatrióticas de Estados Unidos, en pleno auge del macartismo, lo tildó de “comunista” y de “enemigo de la patria”. En esa ocasión, Chaplin declaró: “No soy comunista, nunca en mi vida me he afiliado a un partido político u organización. Soy, lo que ustedes llaman, un traficante de la paz”.

“Soy del partido de los hombres”

Después de filmar Candilejas, y ante la presión de los sectores ultra conservadores, viajó a Suiza, donde prácticamente pasó los últimos años de su vida. Antes del exilio, dijo a la prensa: “Creo en la libertad; es toda mi política. Soy del partido de los hombres, tal es mi naturaleza. No creo en la técnica, ni en el paseo de las cámaras por delante de las narices de las estrellas. Creo en la mímica, creo en el estilo; no tengo ninguna misión, mi objetivo es el de proporcionar placer a la gente”.

Charles Spencer Chaplin nació en Londres, el 16 de abril de 1889, en el hogar de una familia judía de actores de music-hall. Comenzó a actuar a los seis años en musicales y pantomimas. Tras la muerte de su padre, a consecuencia del alcoholismo, conoció la miseria. Que se acentuó cuando su madre, también alcohólica, fue internada en un manicomio. Chaplin murió en Suiza, mientras dormía en su casa de habitación, el 25 de diciembre de 1977.

En vida recibió múltiples reconocimientos y nominaciones. Recibió el Oscar Honorífico en 1928 y 1972. En 1948 fue candidato al premio Nobel de la Paz. En 1970 se le asignó una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y cinco años más tarde fue distinguido como Caballero de la Orden del Imperio Británico. Para algunos críticos, Chaplin fue un poeta, antes que un payaso, que supo utilizar el cuerpo en función de las ideas. Sus películas han superado barreras geográficas, culturales, y el paso del tiempo.