Redacción Mujeres
Las comunistas con organizaciones, redes y colectivos de mujeres con las cuales tenemos mayor identidad ideológica, hemos logrado unidad programática a largo plazo, reconociendo explotaciones, discriminaciones y violencias, que hemos vivido históricamente grupos poblacionales. Por ello se ha avanzado en el reconocimiento de la necesidad de fortalecer un feminismo popular y de base, en pro de una sociedad más justa para todos y todas. En este sentido se reconocen los avances y aprendizajes de las mujeres comunistas en los movimientos políticos, sociales y populares y, asimismo, su importante contribución a esta tarea revolucionaria de la unidad.
La alianza, articulación y pactos entre mujeres han sido un constante aprendizaje, en el cual las comunistas nos hemos fortalecido. Hoy estamos y participamos activamente del movimiento social y político de las mujeres a nivel nacional y regional y reconocemos que los avances y acumulados logrados en este movimiento se pueden potenciar para avanzar en la unidad democrática del país. Por esta razón, proponemos trabajar en un frente amplio de mujeres por la paz y la democracia, que pueda llegar con propuestas y acumulados, desde las mujeres, al espacio que se proponga de la unidad.
Seguiremos trabajando por la unidad desde nuestros espacios como la UMD, Asodemuc y los colectivos que nos permitan a las comunistas impregnar de nuestras apuestas y consignas por la paz con justicia social a todos y a todas.
El problema no es desde donde trabajamos, sino cómo las comunistas articulamos nuestro trabajo. La votación del plebiscito por el No, demostró la polarización y desinformación con la cual la población colombiana ejerce su derecho a votar, y las próximas elecciones no se van escapar de esa realidad, por el contrario, se podrá profundizar, instrumentalizando a las mujeres y al pueblo colombiano, en general, con los falsos discursos fundamentalistas de la mal llamada “ideología de género”.
El estratégico discurso de odio
Teniendo en cuenta que los seis millones de votos por el Sí constituyen un triunfo de las fuerzas democráticas del país para el cese de la guerra y la transición a la democracia, la estigmatización a las FARC y al comunismo deja de ser la cortina de humo que impide mostrar la verdadera realidad del país y la transición a la democracia.
Ante el miedo a las fuerzas del cambio, la estrategia de la ultraderecha es cubrir con un manto de desinformación al pueblo colombiano. Esa es la estrategia histórica que se fortaleció en el marco de la guerra fría: utilizar falsos argumentos y mentiras para promover el odio, el miedo y la negación de otras formas de concebir el mundo más allá de lo que el capitalismo y la burguesía proponen, para aislar y negar esas formas organizativas que cuestionan y contrarrestan su poder hegemónico. Es una estrategia que utiliza los discursos machistas, sexistas, homofóbicos, racistas, clasistas, que resuenan en nuestra población.
Quienes promueven la ideología de género no son una fuerza extraña y nueva: son los mismos que han promovido el odio y exclusión a los pobres, campesinos, poblaciones étnicas, y ahora a las mujeres y diversidad sexual Lgbtiq. Esos poderes son los mismos que nos han oprimido, discriminado, excluido y empobrecido históricamente, por ello esto no es un asunto del Departamento de Mujeres, sino debe ser una bandera del PPC que lidere y posicione en espacios de convergencia por la unidad.
Feminismo popular y de base
En este marco, las comunistas resaltamos la importancia de fortalecer una identidad feminista, desde los aportes del feminismo popular y de base, el cual no desconoce avances de las mujeres de diferentes dimensiones y países, pero sí contextualiza y materializa qué significan para las mujeres campesinas, trabajadoras, estudiantes, jóvenes, afro, indígenas, con discapacidad, de los diversos territorios de Colombia y mujeres empobrecidas estas grandes teorías en sus cuerpos y vidas, de acuerdo a sus realidades y necesidades.
La lucha de las mujeres por sus derechos se enmarca en la lucha y diálogo de fuerzas democráticas, por ello cualquier proceso de unidad deberá reconocer la importancia de lograr la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Para ello será imperativo que estos procesos de unidad reconozcan la importancia y promuevan la participación política de las mujeres en todos los niveles de dirección, participación y representación.
El nuevo momento político y el desafío de construir unidad, obliga a pensar y repensar las prácticas diarias, prácticas cotidianas de la unidad, que implica pensar lo cotidiano. Implica además, reconocer que el lenguaje cotidiano que utilizamos puede ser clasista, sexista, homofóbico, racista o machista, que las relaciones de poder al interior de nuestras organizaciones también son desiguales y pueden ser opresoras.
Resalta la necesidad de reconocer las discriminaciones y violencias que se reproducen en las interacciones diarias de nuestras organizaciones, significa reconocer que para construir hombres y mujeres nuevas, son indispensable nuevas prácticas cotidianas, que no solo sean contra hegemónicas y revolucionarias en la plaza pública, sino que logren materializarse y ser coherentes en nuestras vidas cotidianas. Somos revolucionarios y revolucionarias en la casa, en la cama, en la calle y en la plaza.