Nixon Padilla Rodríguez
@nixonpadilla
Muchos son los análisis que se han escrito sobre el paro nacional que arrancó el pasado 21 de noviembre y que aún hoy, no cesa. Uno de los temas más candentes es el relacionado con la conducción de esa gran movilización.
Es importante tener en cuenta que el paro fue convocado por las centrales de trabajadores y organizaciones sociales. Estas movilizaciones, mostraron un camino, en el marco de un creciente descontento que se alimentaba con las noticias que nos recordaban los horrores del conflicto armado, los dientes afilados de la corrupción impune, los anuncios de cargas económicas contra el empleo y las pensiones, así como una buena dosis de arrogancia militarista por parte del ejecutivo nacional.
La respuesta, no solo fue contundente, sino que superó inclusive las mismas expectativas de los convocantes. Toda la rabia e indignación acumulada hicieron saltar a la calle no solo a los tradicionales sectores del movimiento social y sindical con algún nivel de politización, sino que movió a una tonalidad importante de ciudadanía, que en una amalgama de demandas, ha salido de manera permanente a expresar su descontento con el presidente Duque como parte y ficha del proyecto político encarnado por el senador Uribe.
Hoy podemos constatar que la movilización encuentra un nicho especial en los jóvenes, no solo de universidades públicas, sino también de núcleos importantes de las universidades privadas más prestigiosas del país y sectores medios de la población que han hecho del cacerolazo y la toma de espacios públicos propios su diario transcurrir.
Esto es necesario tenerlo en cuenta a la hora de examinar el papel de dirección del Comité Nacional de Paro, encabezado por las centrales obreras y sectores sociales organizados. En primer lugar, no podemos darnos el lujo de prescindir de un núcleo de dirección, que haga las veces de sistematizador de las demandas, de mantener e impulsar las iniciativas centrales de movilización y por supuesto que juegue el papel de interlocutor con el gobierno, como contradictor directo de las movilizaciones. Eliminar un centro de articulación y dirección, sería romper un principio básico para el éxito, tanto táctico cómo estratégico de las movilizaciones: la unidad.
Por otra parte, es vital que el Comité Nacional de Paro esquive la tentación de burocratizar la toma de decisiones y la representación, de centrar toda interlocución y visibilidad únicamente alrededor de sus estructuras tradicionales, y de no permitir la voz de sectores que no poseen tradición organizativa centralizada. Errores como el de descalificar iniciativas ciudadanas espontáneas que emergen al fragor del paro, son costosas y le restan legitimidad a la dirección del paro.
Dicha legitimidad no se gana solo con ostentar la representación de organizaciones preestablecidas, como las centrales sindicales, sino por la conexión con el estado de ánimo de las calles y la representación, tanto en el pliego como en el lenguaje, de las demandas que subyacen en la movilización. Tampoco se resuelve únicamente con la vinculación formal de representantes de sectores sociales a las esferas de dirección, lo cual es importante pero insuficiente.
Estamos ante momentos inéditos de la historia de la movilización en Colombia, se requiere amplitud, nuevas formas de ejercicio democrático, abandonar toda idea sectaria, pero también se necesita de unidad a la hora de representar las reivindicaciones que mueven hoy a la sociedad colombiana.