Declaración del Partido Comunista Colombiano
El ELN, en comunicación del 21 de enero, suscrita por su Dirección Nacional, reivindica el atentado en la Escuela de Policía General Santander como un acto de guerra, en el contexto del conflicto interno y el desconocimiento del gobierno Duque al acuerdo de diálogo convenido con el gobierno anterior. Tal acto de guerra del ELN favorece los propósitos guerreristas más extremos del militarismo y el Centro Democrático. Para el ELN podría tener explicaciones en el marco del Derecho Internacional Humanitario y de los protocolos que regulan los conflictos, pero no consulta las condiciones y aspiraciones de una sociedad cansada de la guerra y con grandes retos hacia la democracia y la paz con justicia social.
Al romper el diálogo unilateralmente, el Gobierno nacional decreta la vía de la guerra, restablece la nominación de un “enemigo interno” y pone en marcha la vieja metodología contrainsurgente con el tema de enfrentar el terrorismo. Más que una intervención sobre el orden público es un golpe de timón que echa por tierra la vía de la solución política y da un paso más en relativizar la vigencia de los acuerdos de paz. Adicionalmente, la histeria extremo derechista, de corte paramilitar, degrada el clima ganado en el desarrollo del Acuerdo de Paz suscrito con las FARC en noviembre de 2016, de cuya implementación trata de desentenderse el Estado colombiano. Al renunciar al diálogo, relanzar la guerra y retar a los países garantes, en lugar de agradecer su ayuda, el régimen se alínea en el ambiente vociferante, de odio, estigmatización y violencia derivado de la “seguridad democrática”.
La actitud arrogante y despótica de conminar a Cuba a entregar a los negociadores del ELN o ser denunciada como Estado protector del terrorismo es una inaceptable y vergonzosa concesión al Departamento de Estado yanqui.
El tránsito a una paz estable, justa, duradera, democrática, es un anhelo de la inmensa mayoría del pueblo colombiano. Representa un gran esfuerzo de la sociedad, de los sectores más lúcidos entre las clases gobernantes pero también una sin par decisión y un fuerte compromiso de las fuerzas revolucionarias para encontrar nuevos caminos para los cambios que requiere la sociedad colombiana, en aras de superar la inhumanidad y las aberrantes desigualdades en que el capitalismo sepulta a diario los deseos de bienestar de esa mayoría.
Aceptada su responsabilidad, el ELN debe actuar con decisión para replantear su postura en la búsqueda de la paz, en las nuevas condiciones de la lucha popular y de la resistencia de masas al autoritarismo autocrático. Una exigencia clara es reclamar el restablecimiento del diálogo y una política de paz integral del Estado colombiano, para soluciones políticas que detengan el desangre nacional.
Se equivoca el gobierno si al romper con la opción de la solución política puede crear la cortina de humo frente al creciente exterminio de líderes sociales, defensores de la paz y activistas de la oposición democrática. Aprovechar e instrumentar el dolor de las víctimas de un acto de terror como éste, es una manera más de revictimizar desde el Estado al pueblo colombiano, ofreciendo como camino el regreso y el recrudecimiento de la guerra.
Se equivoca si cree que la inconformidad social, el movimiento universitario y la creciente protesta frente a una política de clase y de represión generalizada van a someterse a la férula oficial. Se equivoca si piensa que va a cesar la movilización frente a Odebrecht, el Grupo Aval o la corrupción, en cabeza del Fiscal General de la Nación.
Las fuerzas democráticas que han luchado por la paz, que rechazan el terrorismo y aspiran a un nuevo clima que destierre el odio, la estigmatización y la persecución política, tienen en sus manos el camino de recuperar la calle con una visión independiente de unidad y convergencia muy amplia, diferente de la movilización comprada que el actual gobierno intenta, en respaldo a la guerra y a las políticas represivas del Estado.
El golpe de opinión que agencia la ultra derecha desde el gobierno, refleja la pretensión del uribismo de recuperarse del desprestigio y ganar con actos perversos, carentes de moral y escrúpulo, las mayorías perdidas, sin otro objetivo que el ventajismo despótico para tratar de vencer por medio de la fuerza, del exterminio y la trampa a las fuerzas democráticas en las elecciones locales de octubre del año en curso.
La fuerza inteligente del campo democrático y popular debe poner en juego las más diversas aproximaciones y contactos, el aprovechamiento de todas las coincidencias para conjugar pasos convergentes en defensa de la vida, en defensa del camino hacia la paz y de una política de Estado integral y permanente en esa dirección, y en favor de un cambio democrático, que sólo puede surgir de la resistencia, de la rebeldía pero, fundamentalmente, de la unidad de las corrientes alternativas en estrecha unión con los más sentidos interés del pueblo trabajador, de la juventud, de la mujer y de las diversidades que integran nuestro abigarrado país. En este momento se requiere impulsar contactos y pláticas entre distintas vertientes para conformar una gran convergencia que se abandere del restablecimiento del diálogo con el ELN, rechace el terrorismo y la guerra en todas sus formas.
Llamamos a participar en la manifestación universitaria el 24 de enero y a preparar con todas las vertientes del movimiento por la paz una gran movilización por la vida, por el diálogo y por que se cumplan la política y los Acuerdos de paz, obligación del Estado colombiano.
Partido Comunista Colombiano
Bogotá D.C, enero 21 de 2019.