Con la lámpara de Diógenes
Rubén Darío Arroyo Osorio
“Enseñar de todo a todos”, decía Comenio. Pues bien, es hora que todo el sistema educativo del país haga suya esta divisa en función de todos los ciudadanos que hacemos parte de él. Así, no se pude seguir pregonando desde el Estado y en particular desde algunos gobiernos en particular con visos de populismo banal, que la educación es un proceso que forma integralmente a las personas que así contribuirán con el desarrollo de la nación, mientras sus procesos son excluyentes, elitistas y sustancialmente privatizados.
La tendencia de educación para el trabajo, educación para el emprendimiento, para el autoempleo y otros motes que aliñan con la afirmación proverbial de que en Colombia hay muchos doctores y se requieren son técnicos y tecnólogos, por tanto hay que enseñar menos, y lo más necesario, desde estas modalidades que los jóvenes entren con mano de obra calificada al mercado laboral, ganen un salario y apoyen a su familia como retribución a los esfuerzos de sus padres que no tuvieron ese “privilegio”. ¡Qué falacia!: la educación, ni es un privilegio, ni un regalo de los Estados. Es un derecho fundamental y una obligación sustancial de todos los gobiernos, cualquiera que sea el sistema político que lo dirija. La historia es sabia en estos relatos de la vida social de las culturas humanas.
Hoy es imperativa una educación para todos. No solo para los pilos, que además es un engaño y un desfinanciamiento de la universidad pública con el antifaz “de apoyo a los jóvenes talentos de menos recursos” que ingresan a la universidad privada, terminan de desvincularse más de la problemática social que viven sus compatriotas y ellos mismos, si es que culminan sus estudios, porque la tasa de deserción de estos “pilos” es bastante alta. No es solo cubrir parte de los costos de matrícula y un subsidio menesteroso; cuando un joven está en la universidad requiere, por ejemplo: un apoyo integral en salud, transporte, alimentación, recursos didácticos, un proceso de adaptación a las ciudades y a los contextos sociales distinto a los suyos…
Inmersos en un proceso de paz, la educación bonapartista, profesionalizante, tiene que superarse y contribuir a la resocialización de este puñado de conciudadanos que dicen adiós a las armas y se disponen forjar un nuevo país con paz, justicia social y equidad duraderas, tangibles, no solo en las declaraciones presidenciales. La Universidad de Nariño ha comenzado. Desarrollemos esta iniciativa que encarna una educación para todos. Empecemos a estudiar temas como Comisión de la verdad, Unidad para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas y la JEP.