Vale la pena ser callejeras

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Presentación de la obra Costuras pa´destejer en el parque de las Artes Tchyminigagua en Bosa.

El espacio público ha sido históricamente negado a las mujeres. Pero a través del teatro callejero, que se nutre de las luchas barriales y de los sentires populares, estas lógicas patriarcales se subvierten

María Fernanda Sarmiento Bonilla

La calle es un fiel escenario de esta sociedad neoliberal, patriarcal y heteronormativa. Ese ideario del “espacio público” queda reducido a quienes pueden hacer provecho de este, a través de la fuerza, el poder constituido y amañado y el capitalismo ensordecedor. En nuestras metrópolis las calles no son para el público, se niegan arbitrariamente a serlas, aunque lo sean por estatuto.

El interés de estos gobiernos neoliberales por moldear consciencias, homogeneizar comportamientos y blanquizar nuestras existencias, se representa de forma adoctrinante en los espacios. Creerlos públicos funciona como un dulce veneno que hace sentir cierto orgullo al ver un piso adoquinado o una calle pavimentada.

Si a todas las anteriores violencias y prohibiciones le sumamos la condición de ser mujer, lo que obtendremos es una negación casi total del espacio. Las mujeres no podemos utilizar las zonas abiertas de la ciudad. Sobre nosotras recae un sinnúmero de ataques que hacen imposible gozar de la calle.

Los machos de nuestras ciudades nos impiden el libre tránsito, nos restringen el paso, nos desvían de nuestro trayecto. Nuestro miedo al espacio público en las ciudades va más allá del robo o la accidentalidad, la violencia ataca directamente nuestros cuerpos. Tenemos que prevenir una extensa jauría que cree que somos parte del mobiliario público al que se le puede usar y violar.

El teatro como ruptura

En los últimos años he salido a las calles de Abya Yala, como artista escénica, con el propósito de quebrar, interrumpir, molestar, subvertir las lógicas que he escrito en los párrafos anteriores. Las teatralidades que habito han tenido cuna popular. Soy hija del teatro callejero. Este, en nuestro continente, ha sabido nutrirse de las luchas barriales, de los sentires populares, de los ritmos que se mezclan entre la tradición y la contemporaneidad, entre el desarraigo y la desigualdad.

En estas experiencias me han acompañado y he sido parte de grupos de mujeres que buscamos desestructurar, reapropiar, tomar, usar y disfrutar el espacio público.

Algunas experiencias teatrales

Quisiera narrar tres experiencias que nos han convertido en guerreras urbanas. La primera de ellas es la intervención teatral llamada ¡Qué chimba!, realizada con la directora y compañera del grupo Vendimia Teatro, Clara Angélica Contreras. Durante ocho meses exploramos algunos espacios de Bogotá. En ellos creamos secuencias de movimiento, personajes y canciones que no solo evidenciaban la prohibición que tenemos del espacio público, sino que aprovechaban para hablar de violencias que se quedan guardadas en la trampa del hogar.

¡Qué chimba! en sus diferentes intervenciones logró una conexión con las transeúntes. Las espectadoras participaron con entusiasmo; gritaron, aprobaron la denuncia. También con los hombres generamos conexiones, aunque era evidente que se sentían invadidos, la fuerza de la acción los hizo dar pasos hacia atrás y bajar sus cabezas. Con cariño, gracia y comicidad ¡Qué chimba! evidencia y desmonta algunas de las violencias, a partir del juego teatral y de la relación cercana y palpable entre actriz y transeúntes/espectadoras.

La segunda experiencia es Vale la pena ser Callejeras. Esta es una red de actrices de teatro de calle de Bogotá. Más de doce escénicas hemos decidido juntarnos para realizar un proceso de creación. Asumir que nosotras trabajaríamos sin directores fue algo insólito. Esta sorpresa nos llevó a caminar un sendero antes no recorrido. Este sendero está basado en los siguientes pilares: el primero de ellos es la desjerarquización; decidimos que este tipo de organización no contaría con nombres protagónicos. No hay una directora, dramaturga o jefa. Nos organizarnos por comisiones.

Otro pilar consiste en la valoración de nuestros saberes y el derecho al reconocimiento; la trayectoria de una actriz casi siempre es opacada por la de los directores, son ellos quienes protagonizan los escenarios, las publicaciones, la prensa. Poquísimas veces ellos les dan el micrófono a las actrices de sus grupos. Tanto así, que la mayoría de estas artistas se sienten incapaces de liderar procesos o colocar sus voces antes que las de ellos. Por esto, hemos decidido realizar publicaciones, exposiciones y eventos donde seamos nosotras quienes los encabecemos.

Un tercer pilar es el interés por aportar a las luchas feministas desde las poéticas y estéticas del teatro callejero. Nuestra obra Costuras pa´destejer trata sobre los sufrimientos que padecemos las mujeres dentro de esta sociedad violenta, sucia y enferma, contraponiéndolos a las curas que, entre nosotras mismas, con nuestras sabidurías ancestrales, creamos día a día para, no solo soportar y sobrevivir, sino también para luchar.

La calle, nuestra sala

Un último pilar es la apropiación del espacio público; hemos decidido hacer de la calle nuestra sala de ensayos. Además de crear a partir de las lógicas urbanas, quisimos salir para recobrar el uso de la ciudad para y por las mujeres. Nos encontramos con muchas trabas, violaciones y ataques. Luchamos y, con orgullo, podemos decir que ganamos pequeñas batallas. Mostramos que la calle puede ser y es nuestra, a pesar de la prohibición cultural y estatal.

La última experiencia que ha embargado de felicidad y lucha mis últimos tiempos, es la participación en la Batucada Feminista, La Tremenda Revoltosa. Esta batucada lleva más de siete años saliendo a la calle con tambores como forma de resistencia, lucha y protesta. Sus apuestas son lo antipatriarcal, anticapitalista, antirracista y antimilitarista. De estas poderosas mujeres he aprendido formas de organizarse en colectivo, estrategias de lucha y, consecuencia política y relacional. Sus feminismos buscan profundizar en nuestros contextos. Así la apuesta decolonial nutre las reflexiones de la Batucada.

El trabajo no termina. La calle sigue siendo amenazada por el machismo criminal. Ante todas estas violaciones seguiremos resistiendo y luchando de otras formas. El arte, la presencia valiente y no silenciada, la sátira y la denuncia a viva voz, seguirán siendo nuestras banderas.