Al dialogar con algunos de sus pobladores, conocedores de su problemática, se evidencia que la riqueza de ese departamento no está únicamente en sus recursos naturales, sino en la diversidad cultural, la belleza natural y las diferentes cosmovisiones
Redacción Regional
No es muy aventurado decir que el departamento de Vaupés y su capital Mitú se dieron a conocer en el ámbito nacional y en el exterior el primero de noviembre de 1998, cuando un comando de las FARC irrumpió a la madrugada en el municipio acabando con la tranquilidad de sus habitantes para tomar por asalto el cuartel de la Policía.
La operación dejó un resultado de dieciséis miembros de la fuerza pública dados de baja y sesenta y uno tomados como prisioneros de guerra, quienes iniciaron a hacer parte de la lista de “canjeables”.
El hecho produjo que el Estado reforzara la seguridad en el municipio y enviara más fuerza pública, que se volteara a mirar hacia ese punto de frontera, como se había hecho años antes cuando el Perú tuvo intereses de invadir esas tierras, como lo comenta la profesora Yuli Rubio.
Según el Censo Nacional de Población y Vivienda, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, para el año 2018 en Vaupés había 40.797 personas, 29.63% en cabeceras municipales y 70,37% en espacios poblados y en las áreas rurales.
Cuenta con tres municipios, Mitú, Carurú y Taraira, y tres corregimientos departamentales, Pacoa, Papunaua y Yavaraté que se dividen un vasto territorio selvático de 54.135 kilómetros cuadrados, habitados en un 90% por población indígena.
El departamento está en la Amazonia, lugar estratégico por sus ecosistemas biológicos, culturales y por las nuevas dinámicas de explotación del medio ambiente como los bonos de carbono y minerales como coltán y oro, como lo anota la profesora Yuli Rubio.
La docente argumenta que desde los conquistadores se puede hablar de los abusos contra indígenas, pero más recientemente desde mediados del siglo XIX con la explotación del caucho, material que tuvo auge en la revolución industrial, y que benefició mayormente a Europa.
También hubo aprovechamiento del mercado de pieles de animales como el jaguar y finalmente la coca. “Muchos consideran estos territorios como baldíos e inhóspitos, pero fueron el lugar de refugio de muchos emprendimientos e iniciativas que tenían que ver con la producción de cocaína. Para esto es importante diferenciar lo que hacían las comunidades con la coca, que la consideran como una hoja sagrada y elemento que les aporta a su pensamiento y a la construcción de conocimiento”, anota.
Los indígenas fueron víctimas de varias misiones de órdenes religiosas que entraban a inculcar valores cristianos. Lo hicieron con niños y jóvenes por medio de internados y hubo intentos de traducciones de la Biblia a lenguas indígenas. Intentos de desarraigo cultural.
La problemática
La identificación de la problemática actual del departamento varía dependiendo de los ojos que lo vean. Es así como para unos es el abandono estatal con sus consecuencias en salud, educación e infraestructura; pero para otros es el hambre de las comunidades indígenas, como lo expresa el periodista Gentil Novoa.
Para él, se han venido perdiendo costumbres tradicionales como el cultivo de sus chagras, como recolectar frutos de manera racional, la pesca y la caza. “La gente se ha dedicado mucho a consumir bebidas alcohólicas hechas en casa como guarapo, chicha”.
Es una visión de unos, pero que no comparten otros como la profesora Yuli Rubio, quien argumenta que no se puede ver a las comunidades indígenas con una visión lastimera, de “pobrecitos, tienen hambre, no tienen qué comer, porque es una mala interpretación de lo que sucede. Mirar el hambre desde Occidente, desde afuera, desde la sociedad mayoritaria no está bien, cuando las costumbres y los modos de vida de los indígenas son otros”.
Para ella, nos han enseñado que desayunamos, almorzamos y comemos y al ver que hay quienes no hacen eso se cree que se está en la pobreza absoluta. “No. Hay que entender cómo es su modo de vida y en qué sentido y cómo se ha alterado”.
Por otra parte, Milton Briceño quien es auxiliar de farmacia y trabaja en una droguería de Mitú, cree que fue por la toma guerrillera que el Gobierno nacional puso la mirada en el departamento y hubo una mejor inversión, aunque desafortunadamente por los malos manejos de los gobernantes la calidad de vida de los habitantes no es mucho mejor.
Esa inversión también ha sido con algunos proyectos asistencialistas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Adulto Mayor, lo que -según Gentil Novoa- no permite que haya preocupación por cultivar, sino que muchos viven esperando que llegue el giro o la consignación de la “limosna”.
Con base en lo que conoce por ser habitante de allí y por el ejercicio de su profesión como comunicador, asegura que los dineros del departamento y los municipios no se invierten en programas concertados con la gente para favorecer directamente a las comunidades, porque la planeación se hace desde los escritorios de las entidades estatales sin tener en cuenta las necesidades reales.
“Hace unos ocho años se hicieron unos proyectos para mejorar las condiciones alimentarias de muchas comunidades y se invirtieron cerca de 10 mil millones de pesos, consistentes en sembrar media hectárea de plátano, media de yuca, media de cacao y media de cacay, y ahí se fue toda la platica, y al ir a las comunidades a ver qué quedó se puede decir que no tienen ni las plantas de cacao que les entregaban por familia. Si le hubieran entregado el dinero a cada familia le hubiera correspondido 18 millones de pesos. Se perdió mucho dinero por no haber consultado con los indígenas”, ejemplifica Novoa.

Salud y corrupción
Al ver la cobertura en salud, se encuentra que la gran mayoría de la población pertenece al régimen subsidiado, y los aportes que desde el Estado se hacen son administrados por dos o tres EPS del departamento, “que son mezquinas y quieren que les quede todo y hay comunidades sin enfermeros, sin promotores de salud y mucho menos médicos y medicamentos”, denuncia el periodista, quien agrega que por la pandemia se comprometieron a instalar 20 puntos con médicos y enfermeros, lo que no sucedió.
Cuando hay enfermos de comunidades alejadas son trasladados a Mitú donde son dejados en albergues. Otros son remitidos a Bogotá, Villavicencio, Bucaramanga, Cali donde los dejan en albergues hasta por cinco meses esperando a ser atendidos, pero con alimentación de muy mala calidad. Muchos se van de esos lugares y pierden el derecho a ser atendidos.
La corrupción sí es un problema en el que coinciden las mayorías y se evidencia en proyectos de infraestructura. Valentina Rincón, excandidata a la Alcaldía de Mitú con el apoyo de sectores alternativos, dice que la carretera Mitú – Monfort de 100 kilómetros está planeada para pavimentarse hace muchos años, lo que se ha hecho cinco veces, aunque en documentos, pero en la realidad solo tiene seis kilómetros pavimentados.
Muchas obras se dejan iniciadas, incluso con prórrogas y adiciones a los contratos, por lo que se acerca una visita de la Contraloría, aunque algunos afirman que no habrá decisiones contundentes.
“Hay elefantes blancos como cinco o seis pistas para aviones Dc-3 en comunidades, que se contrataron y no se han terminado, también está el proyecto de un puente sobre el río Vaupés para comunicar a Mitú con una comunidad indígena en el que se han invertido más de cinco mil millones y solamente hay dos torres, una a cada lado del río y le van a inyectar más recursos”, anota Gentil Novoa.
Lo mismo sucede con la planta para aguas residuales, que aún no funciona y los recursos ya se ejecutaron en un 97%. O con los proyectos que varias administraciones han adelantado para el agua potable con la que aún no cuentan. El basurero de Mitú es a cielo abierto y solo hay proyectos de rellenos sanitarios.
Valentina Rincón identifica que en la capital y en el departamento no hay proyectos de infraestructura que sean relevantes, pues en pleno siglo XXI sus pobladores no cuentan con alcantarillado ni agua potable: “El acueducto es supremamente precario, casi que inexistente porque lo que hacen es bombear agua del río, agua que ya viene contaminada por la explotación ilegal de la minería, por fincas que se han asentado en resguardos indígenas y que al hacer sacrificios de ganado arrojan todo al cauce y de ahí se bombea el agua”.
El servicio de energía tampoco es óptimo. La excandidata dice que no existen proyectos encaminados a la preservación de la cultura, del medio ambiente y advierte: “No es una región ni agrícola ni ganadera ni industrial ni comercial, entonces no hay una forma de ingresos lo que se traduce en un alto desempleo y pobreza. Es de los departamentos con mayor índice de suicidios según el nivel poblacional”.

Proyectos…
Vaupés es un departamento subsidiado con recursos del Estado, y son los contratos y los puestos en la administración o el desarrollo de proyectos gubernamentales las principales fuentes de empleo. Así lo identifica el instructor del SENA Harold Jiménez, quien también cree que para el progreso hay que invertir en educación y programas de turismo.
Para ello, el problema es que actualmente solo hay una sede del SENA con programas relacionados con agricultura, gestión administrativa, forestal y archivo, pero es muy pequeña para las necesidades del territorio. Asisten alrededor de 400 aprendices, no obstante, la crisis sanitaria y la ausencia de virtualidad provocó la deserción de muchos: “Según un estudio de 2019, el Vaupés ocupa el último lugar en cuanto a conectividad y ancho de banda. Es un tema de infraestructura, de tecnología”, comenta el instructor de esta entidad de formación.
En palabras de este formador, la peor sede del SENA del país es la del Vaupés, ya que no tiene talleres especializados ni ambientes de formación que atiendan con pertinencia a los aprendices. No obstante, hay un proyecto para la construcción una nueva, lo que se complementaría con programas de formación alrededor del turismo por ser este una actividad económica a desarrollar, aunque también se requieren técnicos en gastronomía y refrigeración.
“Todo esto iría de la mano de un buen plan de desarrollo con la Gobernación para embellecer los diferentes sitios turísticos del Vaupés, y hay que darle facilidad de ingreso a otra aerolínea para impulsar el turismo porque venir es algo muy costoso. Hay que hacer alianzas con cadenas hoteleras porque este es un maravilloso territorio nacional que tiene mucho por descubrir, con grandes sitios turísticos, pero la verdad hay que impulsarlo y falta voluntad política”, señala Harold Jiménez.
Sobre la agricultura, lo que más se siembra en Vaupés es yuca y plátano, en lo que ha habido proyectos con recursos del Estado, pero… “Les dan los colinos para sembrar, uno que otro fumigante, abono y cuando el indígena viene en su lancha con el producto, inundan la maloca o casa campesina con su producto, no hay quien les compre porque hay mucho plátano. Al indígena le costó 20 mil traer el racimo, pero debe venderlo en cinco mil”, comenta Valentina para señalar la falta de una mejor planeación en proyectos alimentarios y productivos.
Para acabar con ese tipo de proyectos -dice Valentina Rincón-, se deben hacer con base en otros productos, unos que se consuman más.
La líder política coincide con el instructor del SENA en que debe haber una economía basada en el etno-turismo y el turismo ecológico con el objetivo de que los visitantes conozcan sobre la región y sus comunidades, o con pequeñas agroindustrias de aceite de pupuña o chontaduro, y centros de acopio para los productos de los campesinos y los indígenas.
La política
Valentina dice que los políticos que han gobernado su departamento creen que el único desarrollo es el relacionado con infraestructura u obras, “a echar cemento, pavimento, vías que es lo que más plata les deja, pero pensar en el campesino, no. Se han acostumbrado a que en las campañas les dan comida, y los indígenas ya se acostumbraron a eso. No se han preocupado de que la gente cultive y tenga sus propios ingresos, el día que el indígena y el campesino tenga sus propios recursos económicos, ese día no le van a poder comprar el voto”.
En los últimos 20 años, el Vaupés ha estado en manos del Partido Liberal, Cambio Radical y el Centro Democrático: “Eliécer Pérez, quien por años fue el mayor contratista del departamento es al actual gobernador. Tuvo muchos cuestionamientos porque contrataba en alimentación de los Programas de Alimentación Escolar, PAE, y daba alimentos vencidos, leche y atún vencidos, los niños se han enfermado. Lo peor y en poquiticas cantidades”, señala Valentina Rincón.
La educadora Yuli Rubio, dice que en el ámbito político y de las organizaciones sociales se dan algunos avances, pero incipientes y tímidos, y de poco contacto con el resto del país, debido a la lejanía y el difícil acceso y de comunicación. Intentaron con la creación del Consejo Regional Indígena del Vaupés, Criva.
Comenta que actualmente las comunidades buscan poder hacerse cargo de la administración de sus propios recursos en cuanto a educación, salud, gobernanza autónoma, lo que es complejo porque no cuentan con la formación académica para poder interlocutar con instituciones del Estado, aunque hace énfasis que no hay un abandono estatal, sino que no se ha llegado a diálogos fructíferos.
Para Milton Briceño, sí hay un abandono estatal evidente en la falta de educación, en la intención de mermar el presupuesto cada año y de entregar la educación a operadores o empresas particulares. También se ve reflejado en el sobrecosto de la canasta familiar por el alto precio del trasporte aéreo para carga y pasajeros.
Olvidado por el Estado o no, Vaupés sí está olvidado por la sociedad colombiana. Y hay problemas que deben ser atendidos por las diferentes instituciones gubernamentales, aunque en constante diálogo con sus habitantes y comunidades.

Colombia en el río Vaupés. Foto Edward Sánchez
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