Jaime Cedano Roldan
@Cedano85
Este próximo domingo podremos ver en Bolivia un hecho extraordinario que parecía imposible. La victoria de Luis Alberto Arce, candidato presidencial del Movimiento al Socialismo, MAS. «Nada está ganado hasta que todo esté ganado», hay que decirlo, como similarmente se advertía en los tiempos de los diálogos de La Habana.
Viene una semana muy dura. La ventaja con el candidato de las derechas no es lo suficientemente amplia y la dictadura intentará nuevas argucias y trampas, dentro de ellas el fraude, obstáculos para la normal realización de las votaciones en las zonas indígenas de amplia influencia masista. Pero la sola existencia de la candidatura de Arce es una victoria sobre la dictadura, que utilizó todo el poder del fáctico régimen para impedir que el MAS tuviera participación.
En condiciones similares avanza en Ecuador la candidatura de Andrés Arauz, que representa el espacio político conocido como el correismo y que se ha registrado ante el Consejo Nacional Electoral como Centro Democrático, que nada tiene que ver con el nombre de un partido “conocido de autos”, mañas y trampas en Colombia.
Para las izquierdas de Bolivia y de Ecuador poderse meter a los procesos electorales ha sido una dura batalla contra el Law Fare. Una confrontación a fondo contra jueces y fiscales venales y vendidos, pero están a punto de derrotar a la mafia corrupta y dictatorial que todo lo controla, o lo controlaba. Lo mismo está sucediendo en Brasil donde se derrumba cada día más el sucio engranaje jurídico montado para impedir la participación de Lula da Silva en las elecciones.
En Colombia también se desarrolla con profunda intensidad una lucha sin cuartel en los estrados judiciales, o mejor, unas batallas jurídicas que hacen parte de la gran batalla nacional por las libertades y la democracia y contra la derecha neofascista, corrupta y mafiosa. Por todos los medios han buscado judicializar, sancionar o silenciar a Gustavo Petro, a Gonzalo Guillén, a Iván Cepeda y a muchos otros y otras. Han venido perdiendo todos los juicios, y con Cepeda el tiro les salió por la culata.
La conclusión es que no lograron uribizar todas las instituciones, o a la totalidad de cada una de ellas, aunque hay que señalar que parece que en la Presidencia del que se señalaba era el más tonto del rebaño es que han logrado los mayores niveles de cooptación, control dictatorial y mafioso. Pero aquello que Gilberto Vieira llamara las “reservas democráticas”, están ahí, resistiendo, prevaleciendo, incluso con la osadía de mandar detenido al innombrable durante dos meses a su inmenso y mal habido cortijo.
Con artimañas han logrado que a Uribe le sea otorgada la libertad, aunque el precio político e institucional es muy alto. Ha tenido que salir del Senado y dejar en los físicos cueros de la desvergüenza a la Fiscalía y a la Procuraduría. Han ganado, pero no han vencido. Y mucho menos convencido, y no es difícil pensar que ni siquiera a la joven inexperta jueza que se sacaron del cubilete para tomar la decisión. La batalla no ha terminado, y como decía Benedetti: “con la paciencia que no tienen los flojos, pero que siempre han tenido los pueblos”.
El llamado péndulo latinoamericano no se ha quedado quieto. Y la intendencia de Montevideo, como en 1989, pareciera dar nuevamente el toque de salida. Soplan vientos.
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