Jaime Caycedo Turriago – Secretario General del PCC
@JaimeCaycedo
El curso electoral ha servido de revelador de los cambios que se están produciendo en el escenario político. La elección parlamentaria reprodujo en gran medida las mayorías de la derecha, pero también mostró la irrupción de expresiones democráticas que van a dar una nueva batalla en el legislativo. A su vez, la primera vuelta presidencial confirmó el despegue de una tendencia política con vocación transformadora frente a las maquinarias tradicionales que se atrincheran en el poder y en la permanencia de los aparatos paramilitares. La candidatura de Gustavo Petro, la Colombia Humana y Decentes, no constituyen un accidente irrelevante. Reflejan el inmenso y creciente descontento social, el repudio popular a la descomposición del régimen, al empeño de las castas del gran dinero por conservar sus privilegios y sostenerse en el poder en medio de los escándalos de corrupción, de incompetencia e insensibilidad social, como en la grave situación de Hidroituango.
Tres candidaturas, la de Petro, la de Fajardo y la de De la calle, defensoras del diálogo, del Acuerdo de Paz y de su implementación, recogieron 10 millones de votos, cifra muy superior a la sumatoria de los votos por Duque y Vargas Lleras. La segunda vuelta, entre Petro y Duque define las líneas del futuro de Colombia para el post Acuerdo. Su significado no lo resuelve la banalidad irresponsable de los medios de comunicación monopolizados por el poder financiero y terrateniente, que ahora intenta forzar el voto útil por Duque y agita el voto en blanco contra la opción alternativa de Gustavo Petro.
El miedo a la apertura democrática, las distorsiones de imagen inducidas por las matrices mediáticas y ahora la campaña por el voto en blanco, son las armas ideológicas que se suman a la maquinación de una Registraduría privatizada, sujeta a fundadas sospechas de fraude. La actuación de miles de testigos y la vigilancia popular deben permanecer en alerta.
Por vez primera en el siglo, las fuerzas democráticas tienen la posibilidad de hacer avanzar una opción de progreso y crecimiento social. Es falso que estamos ante una disyuntiva simétrica entre dos extremismos. Esta ficción oculta a una ultraderecha camuflada, radicalizada contra el Acuerdo Final de Paz con las FARC-EP y contra el diálogo con el ELN, como banderas para eternizar el Estado corrupto, antidemocrático y guerrerista existente. Para la nueva Colombia que está naciendo, llegar a una segunda vuelta no puede ser solo un formalismo sino el mayor reto al peso numérico de la unidad y convergencia de distintos vectores de la voluntad popular, que puede mover montañas. No es el neutralismo del voto en blanco el que expresa dicha voluntad. La ciudadanía del común comprende lo que significa retornar al Estado paramilitar, autoritario, plagado de privilegios familiares, de impunidad frente al exterminio represivo, sometido al capricho geopolítico del mandamás de turno en EE.UU.
Gustavo Petro y Ángela María Robledo encarnan la alternativa y el compromiso alcanzable y realizable para avanzar. Son una garantía para consolidar la paz, la implementación de los Acuerdos, concretar reformas en lo agrario, en la salud, el papel central de la educación pública y la universidad gratuita, la defensa del agua y las medidas frente al cambio climático. Es el tiempo de la alternativa. La tarea es persuadir y unir todas las voces y todas las esperanzas en el voto por Petro y Ángela María para vencer.